En 1874, como se sabe, había tenido lugar la revolución porteñista contra las autoridades nacionales. Vencida la misma, se había dado de baja sin sueldos a varios oficiales que participaron en el movimiento. En 1901, llegaron al Senado de la Nación tres proyectos para reconocer esos haberes. El senador por Tucumán, teniente coronel Lucas Córdoba, los apoyó e hizo la defensa de aquellos oficiales.
Respecto al general Ignacio Rivas, destacó que los haberes serían para su viuda, ya que había fallecido. Rivas, dijo, “era soldado desde Caseros”. Una de sus manos había sido “mutilada por el plomo enemigo al frente de las trincheras de Curupaytí”. Y, como jefe exclusivo de las fuerzas argentinas, “realizó la campaña del Chaco, frente a Humaitá, que fue el drama más sangriento de aquella guerra”.
En cuanto al coronel Benito Machado, “fue oficial del general Paz en Montevideo”. Cuando estalló la guerra del Paraguay y el gobierno se vio obligado a desmantelar las fronteras, Machado condujo nuestro pequeño ejército “oponiéndolo como primera barrera al enemigo invasor”. Al frente de sus milicianos -hacía notar- fue “el único y verdadero guardián de la frontera sud de Buenos Aires”.
Iguales méritos reconocía al coronel Joaquín Montaña. Éste, recordaba, “ha hecho su carrera brillante en el ejército de línea, donde ingresó niño, desde la época de la guerra del Paraguay”; y después continuó “siempre en las filas, en nuestra prolongada guerra de fronteras”.
La larga trayectoria militar de don Lucas le permitía valorar los servicios prestados por sus camaradas. No es ocioso recordar que él mismo pasó largos años de baja por situaciones parecidas. Pero no hay constancias de que reclamara, tras dictarse la amnistía, el reconocimiento de los haberes caídos.